Tuesday 5 January 2010

Nostalgias

Después de despertarme de un sueño en el que era yo el protagonista y el único espectador, tengo que esperar unos minutos, encender las luces y entrar al baño. Como cada vez que me despierto, un poco acelerado y un poco atontado, todavía no puedo entender mucho lo que esta pasando, pero intente asimilar todos esos pensamientos que me acompañaron mientras dormía en la soledad del sofá. Es inútil, al parecer todas las ideas se esfumaron, desaparecieron del poder del recuerdo o tal vez en la deformación de mi memoria, que de vez en cuando parece ser selectiva.


Me quedé dormido mirando una película y me resulta todavía difícil de entender cuantas horas pasaron. Si bien todo me pareció una eternidad, miro el reloj y noto que solo pasaron 3 horas.

El día pasa sin prisa, el recurrente desayuno y un poco de música. Elijo el Tango, esa música que me transporta a Buenos Aires. Gardel me hace compa
ñía y es un buen motivo para preguntarme si será que estoy envejeciendo. No importa, porque con la huella de una voz histórica  que me lleva a flor de piel y que me recuerda esas calles pintadas por una sugestión única, creo entender que desperté de un sueño lleno de nostalgia que ni siquiera Freud podría explicar.

En el sueño veía castillos, calles, laberintos no estaban ni Borges ni Kafka, no se escuchaba el folklore argentino y tampoco el ruido de la ciudad que llevo en el corazón. Había un poco de niebla, una calle helada y vagabundos caminando en soledad. Finalmente, ya tranquilizado puedo entender, soñaba con una ciudad distinta, donde viví un tiempo pero que nunca ame y aun así puedo nutrir cierta simpatía por ella, más allá de la hostilidad con la cual me recibió al principio. Aunque parezca mentira, estaba soñando con la ciudad de Tocino.


Parece extraño como los sentimientos e ideas que parecían haber quedado en el olvido, pueden apacer de la nada. Así, después de ocho años, una experiencia que la recordaba como simbólica y que tal vez quería olvida, vuelve mientras duerno y me recuerda su valor.

Torino, esa ciudad gris, donde el cine y los Pubs Irlandeses eran mi refugio de la realidad. (Tal vez, ya existía en mi alguna conexión con Irlanda).

Torino, a veces la recuerdo como ese lugar donde si yo estaba mal, a nadie le importaba. El lugar donde empezaron a desvanecer muchas utopías y donde, en cualquier ocasión, cualquier persona buscaba aprovecharse se mi inocencia para embarullarme en algún modo. No fue fácil, y dejando atrás la arrogancia de la adolescencia creo que aprendí alguna lección.

Puedo sonreír acordándome de mis días, caminando de un lado de la ciudad al otro… en búsqueda de un trabajo y de aprender un idioma, llevando algún curriculum. A veces me trataban bien y otras tantas como si hubiese robado algo.

La suciedad de la calle Nizza y la estación Porta Nuova, los gritos de los borrachines y la soledad de gente sin techo, los pedidos de ayuda de algunos niños no apartenientes a la comunidad europea, las charlas con un anciano en una plaza. Yo, solo, con cosas por descubrir.


Los Carabinieri, más inútiles que nunca, contemplando la venta ilegal de distintas drogas sobre la sombra del Río Pó (el más largo y contaminado de Italia). Dice una leyenda que da un estudio de sus aguas encontraron presencia de cocaína. Todos tienes sus debilidades, también aquellos que dicen que las drogas vienen o se usan solo en países “subdesarrollados”.


De vez en cuando alguna mirada con desconfianza, palabras que podían herir el alma de cualquier mortal, y yo, siempre en búsqueda de problemas y experiencias, siempre dispuesto a combatir para superar esos obstáculos.

Con el orgullo argentino y cualquier broma lista como respuesta recurrente, a veces la ciudad me daba alguna emoción. Encuentros fortuitos, gente enamorada de mi Argentina, personajes que con el tiempo pasaron a ser amigos, señoras que me preguntaban si podía quedarme en su negocio unos minutos mientras ellas iban a buscar algo del almacén, porque “aprovecho que parece una persona buena, en quien confiar” y en los casos mas románticos porque les hacia acordar a su nieto “esta claro, que tiene una cara del sur de Italia”. Aunque tal vez alguna vez hayan podido decirme “Terrone”, lo dejamos pasar de largo.



Se acercaba el fin del 2001, ya habían caído las torres gemelas y empezaba un nuevo siglo con una terrible guerra. Desde lejos veía imágenes que podían asustar a cualquiera, Argentina se transformaba en un país que asustaba y termino siendo muy original, con el tiempo nos dimos cuenta que fue pionero de una crisis económica mundial. La moneda corriente en Italia era la Lira, tenia algunas en el bolsillo y muchas ganas de desayunar, me sorprende la simpatia del propietario del bar y como su madre era Argentina, no me permite pagar. Esta Argentina, tan absurda, que igual me sigue siempre en el bien y en el mal.

Un paseo por Plaza San Carlo, mirando la elegancia en la céntrica calle Roma y en sus vidrieras. Los bares Irlandeses en Corso Vittorio Emmanuele y la simpatía de las estudiantes de Erasmus. Las caminatas en la Calle Garibabli y finalmente la buena hospitalidad de algunas personas.

Tantos momentos y experiencias, uno atrás del otro los primeros errores, los primeros trabajos (algunos sin goce de sueldo), noches sin fin y días sin principio. Después de un tiempo, finalmente algo de tranquilidad, ser yo mismo en una ciudad que no es más tan desconocido, caminando con los ojos cerrados y recibiendo el saludo de gente que iba conociendo. Tal vez, podría haberme regalado otras alegrías si me hubiera quedado mas tiempo.


Hoy, después de ocho años y casi sin saberlo, creo que la recuerdo con algo de nostalgia.
No se trata de una nostalgia triste, solo de un sentimiento positivo. Un recuerdo por esa ciudad, a veces agradable y otras veces hostil, que no me ha dado mucho en ese específico momento pero que me ha enseñado a superar momentos y obstáculos. Hoy que existen otras situaciones por superar, puedo solo hacer tesoro de aquella experiencia y de este sueño del que acabo de despertar.